
Sale la luna y mil montañas enmudecen,
vuelve la primavera y diez mil árboles reverdecen.
Si alguien pudiera comprender el verdadero significado de todo esto,
sería mejor que recitar todo el Tripitaka (canon budista).
El tiempo no puede ser atado con una cuerda.
Es difícil curar la enfermedad de la decadencia.
Tengo, sin embargo, una receta verdadera:
El Sutra del Corazón, recítalo y sostenlo con diligencia.
En el sufrimiento, en esencia, no hay sufrimiento,
En la prisa, aún puede haber calma.
¿Quién sabe? En la casa en llamas,
Todavía puede haber un lugar fresco y puro.
Gran Maestro Cheongheodang, Corea (1520–1604).
En el hemisferio norte la primavera comienza a asomarse. La ropa de invierno quiere regresar al armario porque ya está cansada de trabajar tanto. Es tiempo de observar cómo la vida comienza a florecer.
Y en mi corazón este poema del Gran Maestro Cheongheodang ha regresado.
Nos muestra la enseñanza del Zen a través de la naturaleza y la impermanencia. La luna y la primavera son el fluir del tiempo y la interconexión de todas las cosas. En lugar de aferrarnos a textos sagrados, el verdadero entendimiento surge de experimentar directamente la realidad. Hay que leer el Dharma, pero también hay que vivirlo.
Dogen Zenji nos enseña que las montañas y ríos son seres vivos con naturaleza búdica. Como tú y como yo. Expresan el Dharma constantemente. Si observamos con atención, todo es una enseñanza viva.
Tenemos que esforzarnos para aceptar la impermanencia con sabiduría, encontrando refugio en la práctica cotidiana del Buddhadharma, como el Sutra del Corazón, que nos ayuda a soltar nuestras ideas preconcebidas y juicios.
Las últimas líneas son especiales para mí en estos momentos de mi vida. Nos hablan sobre una idea central del Zen: en medio del sufrimiento y el caos, es posible hallar paz.
La imagen de la «casa en llamas» es un llamado al Sutra del Loto, que nos recuerda que es posible despertar sin necesidad de escapar del mundo. El Soto Zen no busca eliminar el dolor, sino mostrarnos que, el sufrimiento no es absoluto. Aun en la prisa de la vida moderna, podemos encontrar calma.
Nuestra práctica no se trata de cambiar la realidad, sino de verla con claridad para no separarnos de ella.